Todo comenzó hace 6-7 años aproximadamente, cuando una doctora nos dijo: «Ustedes nunca van a tener hijos juntos, o se divorcian o adoptan». Sentimos que el mundo se destruyó, no teníamos ánimos de nada, ni de trabajar, ni de salir, absolutamente nada.
Fuimos a tres doctores más y todos con respuesta similar (menos cruel, pero en esencia era lo mismo). Hasta que uno nos dijo algo alentador, que en Honduras no teníamos opciones pero que fuéramos al extranjero.
Siguiendo ese último consejo nos fuimos con esfuerzo a una clínica afuera de Honduras, pero lastimosamente después de un tratamiento el resultado fue negativo.
Algunos lo llamarán suerte, destino o simplemente por bendición de Dios. Un amigo cercano vio un letrero en la Clínica Bendaña que decía «CEMER» y nos preguntó: ¿Llamaron?… Llamamos con total escepticismo pues nadie de todos los doctores, amigos o conocidos, nos mencionó opciones nacionales, nuestra incredulidad fue tal que no creíamos que pudieran tener el equipo médico, experiencia, etc. para tratar a pacientes como nosotros.
Después de una llamada nos dimos cuenta que teníamos que ir, que debíamos ver con nuestros ojos este lugar. Llegamos y se sintió tan diferente a otros lugares que visitamos afuera: amabilidad, trato cordial, es tan diferente cuando estás en tu país, cerca de tu casa, cerca de tu familia. El estrés y ansiedad extremos casi desaparecen o al menos se vuelven más llevaderos. En CEMER no éramos un caso XYZ, éramos una pareja buscando tener una familia, sabían nuestros nombres, sentimos que importábamos.
Gracias a Dios, al Dr. Sergio Bendaña, al resto del equipo médico y administrativo en CEMER, hoy en día cumplimos ese sueño. Hoy nuestro pequeño angelito tiene un año, es nuestra alegría y felicidad. Es un bello hombrecito que nos ha convertido en una familia.
A todos los que buscan cumplir ese sueño: No acepten un no, no se den por vencidos.
Familia de San Pedro Sula